Es sabido que la TER se basa en dos postulados: (1) el postulado sobre el carácter constante de la luz y (2) el principio de relatividad, el cual se extiende a los fenómenos electromagnéticos. En calidad de una de las pruebas principales de la justeza del principio de constancia de la velocidad de la luz se tiene a los experimentos negativos para la observación del viento étereo. Más adelante analizamos qué es lo que deberá obtenerse en los experimentos de Michelson-Morley y en otros desde la posición de un espacio vacío (mñas exáctamente del principio de relatividad de Galileo). Notemos que no se puede suponer de ante mano cualquier cosa respecto al movimiento de la Tierra; en tiempos de Galileo tales experimentos, por ejemplo, demostraron que la Tierra estaba en reposo. Hablando en general, antes de utilizar el "instrumento", es necesario probarlo y graduarlo en condiciones de laboratorio para saber qué es lo que mide (de lo contrario resultará como en el chiste: -"Pepito, qué indica el aparato...", -"¡Tres!", -"¿Tres qué?", -"¿Y qué “aparato”?"). Imagínense si alguien diese con la "teoría" de que a causa del giro constante de la Tierra se debería observar un viento constante del órden de 400 m/s a lo largo de los paralelos. Se empezó a medir el viento con veletas y se aclaró que el viento cambia constantemente tanto de dirección como de magnitud dentro de unos límites enormes dependiendo del lugar y del tiempo. Se obtendría de aquí la "conclusión" de que la Tierra no tiene atmósfera en absoluto. Puesto que el libro está destinado concretamente a la crítica de la teoría de la relatividad entonces, en primer lugar, tocaremos las concepciones actuales generalmente aceptadas de la teoría de la relatividad, aunque brevemente tocaremos también ciertas concepciones del éter.