En los capítulos anteriores se demostró la contradicción de los conceptos cinemáticos de la TER, la falta de fundamentos de la TGR, la falsedad de las interpretaciones de una srie de experimentos clave (incluso si después de esto nos referimos a la teoría de la relatividad como una regla mnemotécnica, ella es demasiado complicada e irracional). Aunque esto es suficiente para buscar otras interpretaciones, diferentes a la relativistas, para los experimentos observados aun así el presente Capítulo 4 complementa la crítica sistemática a la teoría de la relatividad mencionada anteriormente. La cuestión está en que los libros de texto, empezando con los del nivel preuniversitario, nos empujan a hacernos a la idea del tal llamado progreso, basado en los éxitos de la ciencia moderna, una de cuyas bases es, según se anuncia, la teoría de la relatividad, recordanonos de paso, por alguna razón, la bomba atómica y los aceleradores. Sin embargo, aquí la situación dista mucho de ser tan despejada (aunque los teóricos creen fanáticamente que sólo los "ganchos", que ellos escriben, tienen una relación completamente directa con la realidad): según los cálculos teóricos "ideales" ni un solo acelerador tiene la potencia proyectada: en los curso prácticos y en los cálculos de ingeniería, en la mayoría de los casos, se utilizan fórmulas fenomenológicas y parámetros y factores de "ajuste forzado". El fin principal de este capítulo es mostrar que incluso en la única que pareciera ser un área práctica de la TER, precisamente la dinámica relativista, existe todo un conjunto de preguntas que nos obligan a dudar de la fundamentación de las ideas relativistas y de la interpretación de los resultados.
Es famosa la siguente expresión filosófica, perfectamente aplicable a la TER: "nosotros vemos en el experimento aquello que queremos ver". Preparan tal relación y profundizan la situación los físicos teóricos, quienes "se cuecen en su mismo jugo" y en cualquier experimento estan prontos a ver sólo la confirmación de sus manipulaciones de los símbolos matématicos (aunque el autor también es un físico teórico). La indeterminaciones existentes de la teoría (por cierto, esmeradamente ocultas en la TER) permiten variar las interpretaciones de los experimentos dentro de unos límites bastante amplios. Y más adelante la incompletitud de los experimentos se disfraza "de la manera adecuada" con ayuda del " ajuste" estadístico de los datos (el "recorte" de los datos para darles la forma del resultado deseado).
En los cursos de física teórica, al obtener las ecuaciones de movimiento de la carga eléctrica y las ecuaciones del campo se trata de crear la ilusión de un "idilio" unívoco. Pero en tal caso la ecuaciones de cualquier campo serían las ecuaciones de Maxwell y todas las fuerzas serían del tipo de Lorenz y tendrían en el caso estático el aspecto de la ley de Coulomb. Para el campo gravitacional tal alternativa a la teoría genetral de la relatividad (TGR) puede discutirse (con algunos complementos y cambios). Pero en el caso general la situación es otra: por ejemplo, las fuerzas nucleares no son proporcionales a . Existe un conjunto de contraejemplos de diferentes campos y fuerzas. Por consiguiente, la física teórica, incluido el planteamiento de la TER, partiendo sólo de sus principios no puede determinar todos los fenómenos existentes. Esto es un privilegio esclusivo del experimento. (Además, el investigador debe estar bien preparado para el caso en que cualquier teoría resulte inexacta o incluso falsa).
Asombra la propaganda apologética de la TER. Por ejemplo, la afirmación entusiasta [40] sobre que "la relación entre la masa y la energía es la base de toda la energética nuclear" no tiene bases ni en el plano histórico, ni en el práctico. Esta relación no tiene nada que ver ni con el descubrimiento de las partículas elementales y la radioactividad, ni con el estudio de la desintegración espontánea y forzada del átomo de uranio, ni con la determinación de la estabilidad de los núcleos, ni con el establecimiento de los posibles canales de las reacciones nucleares y la posibilidad de la elección práctica entre ellos, ni con la tecnología de la separación de isótopos, ni con el uso práctico de la energía emitida... De esta manera, la relación entre la masa y la energía no tiene relación con ninguna de las etapas clave del desarrollo de la energética nuclear. No tiene relación incluso con la determinación de la energía emitida en una reacción concreta conocida (aunque sea paradójico). Porque históricamente todo ocurrió en un órden diferente (inversa): al principio se observaba una cierta reacción, la cual se detectaba precisamente gracias a la energía emitida. Y después se pueden introducir de diferentes maneras las funciones de cálculo: combinaciones de símbolos matemáticos. Determinar directamente el cambio de la masa en la reacción nuclear que está ocurriendo es, como regla, generalmente imposible desde el punto de vista técnico. Incluso si se utilizan interpretaciones teóricas cuestionables, el intento de determinar el cambio de la masa resulta ser una satisfacción demasiado burda y cara. De esta manera, la relación entre la masa y la energía juega en el plano práctico el papel de los ejercicios matemáticos colegiales sobre el problema inverso, ya que el resultado deseado se obtiene sin falta de los datos para el cálculo, colocados en la tabla post factum.